jueves, 3 de abril de 2014

Delator

Era poco más de la medianoche cuando un ruido casi imperceptible hizo que me incorporara nuevamente sobre las sábanas, exaltada miré a mi alrededor.. ¿Estaba realmente ahí? ¿O era solo una ilusión de mi delirante mente que vagaba entre los límites de la realidad y lo que estuviese fuera de ella? Su fría mirada se posaba con pesadez sobre mi, tanto que podía sentir cuán pesada era, fría como las primeras gotas de lluvia que las nubes sangraban en una mañana de invierno o lo que ocurriese en este lugar. Por supuesto que estaba allí, podía escucharle respirar e incluso el latido de su corazón que cada vez se hacía más fuerte, tan fuerte que podía jurar que estaba a mi lado, me giré y – como supuse – no había rastros de alguna presencia en la habitación. La tenue luz que se hacía paso entre las finas cortinas de la habitación no ayudaba a calmar mis temores y a mi mente que creaba teorías más descabelladas cada vez. Decidí permanecer en la posición inicial hasta percibir otro ruido o lograr conocer la identidad de quien tanto me atormentaba aunque, por supuesto, este no se había percatado de que lo había notado desde hace ocho noches atrás. 

Una hora y un poco más habían transcurrido desde aquel sonido inicial pero no me había atrevido a volver mi cabeza a la almohada e intentar conciliar el sueño, sabía con certeza que estaba allí pero ¿cuál era su objetivo? Justo en ese momento vi como una suave luz iluminaba una esquina de la habitación y pude ver su escalofriante sombra, pero en menos tiempo del que creí posible ya se encontraba a mi lado, analizándome como en las noches anteriores. La fuerte luz que provenía de su lámpara me hacía sentir como si mis brillantes y sensibles ojos celestes estuviesen ardiendo en el mismísimo infierno, sin embargo, ya sabía su identidad. Ahora observaba a aquel joven de la casa de una manera que no pensé jamás, la duda sobre su objetivo me consumía y en ese momento lo sentí, sentí como daba fin a la agonía que tuve por vida. Los latidos de mi corazón habían cesado y solo quedaba el abrumador silencio de la noche. La noche no acabó allí, no iba a dejar que acabara allí. Mi cuerpo sin vida se encontraba envuelto en unas sábanas y escondido en alguna zanja cerrada con algunas tablas de madera, aunque me encontraba sin vida y en pedazos sabía que había algo que podía hacer para atormentar a aquella alma de la misma manera que lo había hecho con la mía por ocho noches consecutivas. 

Esperé, esperé y esperé hasta que pude notar que el joven recibía la visita de unos amables policías que investigaban mi desaparición, a medida de que la conversación avanzaba me encargaba de que aquel chico escuchase el eco de los latidos de mi corazón que cada vez era más fuerte. Empezó a perder su color y a notarse más nervioso, sus manos le temblaban y podía sentir la desconfianza que tenía de aquello hombres, sorprendentemente la conversación duró un tiempo más hasta que el joven – quien ya había perdido toda cordura a causa de la culpa y el eco de mis latidos – se levantó bruscamente y mientras demandaba que dejaran de acusarle corrió hasta las tablas de madera que cubrían mi zanja, destrozándolas y tomando en su manos mi corazón delator aceptó su culpabilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario