En una manera bastante peculiar me satisface haberme percatado de esa idea, o más bien, ese hecho. Mientras que de otra, me hunde en una melancolía cada vez más fría y solitaria como el invierno mismo. No imaginé que fuese tan difícil vivir siendo un demonio disfrazado de ángel, ¿debería alejarme? ¿O debería hacer lo que he hecho con cada persona que se ha encontrado con esta tóxica alma? Cuando me pregunto nuevamente a qué me refiero con lo anterior no puedo evitar sentir el surgimiento de miles de recuerdos que son como las más fuertes y finas dagas clavándose en mis entrañas, tal y cómo he hecho sentir a cualquier persona que se ha arriesgado a conocerme; fui hecha para consumir y destruir a todo aquel que sea lo suficientemente valiente para quererme – o al menos eso parece –. Es como si cada vez que me alguien demuestra su afecto, yo solo decidiera jugar a los dardos con él para luego encenderle, creando así su infierno en tierra.
Lo más desgarrador del caso es, por un lado, que en cierta forma "disfruto" ver cómo el fuego les consume lentamente hasta que solo queden cenizas. Mientras que por otro lado, la "diversión" acaba en el momento en el que me percato del monstruo que se oculta debajo de esta, si se quiere, angelical piel, y me desmorono.
Me es imposible dejar de pensar en la posibilidad de lastimar a la única persona que no he lastimado, realmente no quiero hacerlo pero.. Cada vez más impotencia llena mi mente y mi alma; solo espero el momento en el que me desmorone y decida quedarme en cenizas.
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