viernes, 21 de marzo de 2014

Vendetta

Estuve horas en el camino con mis cigarrillos cómo mi única compañía, además del reproductor de música que se encargaba de llenar ese tan abrumador silencio, que decidí encender para intentar llenar tal silencio pero no cumplió con su objetivo, me sentía distante a tal punto que – para mi – el silencio permanecía y empeoraba cada vez más hasta que nuevamente un tempestad de recuerdos se desencadenó en mi cabeza, llenándome cada vez más de rabia y haciéndome desear que el camino estuviese por acabar para cumplir mi más deseada fantasía. 

Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras encendía el cigarrillo que mantenía entre mis labios y me disponía a bajar del auto. Admiré la casa por un par de minutos, al entrar me encontré con un gran pasillo que me guiaba hasta unas largas y relucientes escaleras que a su vez me llevaban a un segundo piso incluso más bonito que el anterior. Caminé por un par de minutos observando cada detalle hasta que logré divisar a mi víctima en su habitación, sola – como sabía que estaría –. No pude evitar soltar una pequeña risita cuando vino a mi mente el hecho de que no se imagina que ese sería su último día, se alarmó al escuchar dicho sonido y se dirigió al pasillo pasando justo por el lugar en el que yo me encontraba escondida. Ahora me encontraba a varios metros de ella, quién estaba a segundos de comenzar a descender aquellas escaleras, por lo que lenta y silenciosamente decidí caminar en su dirección. 

Al estar detrás, rodeé su boca con mi mano para evitar que gritara y proseguí a mostrarle mi cuchillo mientras ella transformaba su linda cara en la expresión más pura de terror, lo cual me hizo embozar una sonrisa. Hundí mi instrumento en su espalda destruyendo todo a su paso, dejándole sentir toda la ira que tenía dentro; luego de varias puñaladas le empuje, haciendo que la chica impactara con cada escalón hasta llegar al suelo. 

En un intentado desesperado por vivir, tomó la decisión de gastar las pocas energías que le quedaban en arrastrarse, algo totalmente inútil ya que al moverse centímetros del lugar en el que impactó ya me encontraba a su lado. La tomé por el cabello y la arrastré cual bolsa de desperdicios hasta llegar al baño en donde la dejé caer y chocar bruscamente con el suelo que una vez fue blanco pero ahora está pintado de un precioso rojo carmesí, formando casi una obra de arte. Me sitúe detrás de ella, poniéndome en cuclillas  para nuevamente tomarla por su cabello y levantarla hasta estar a la misma altura.

"¿Me recuerdas?" le susurré mientras acercaba mi cuchillo a su garganta y lo deslizaba de una manera tan suave y superficial que podría compararse con una caricia. No quería que me dejara todavía. "Por supuesto que lo haces." 

Solté su cabello y vi cómo ésta caía en el suelo, estaba tan débil que casi podría decirse que era parte del frío suelo en el que yacía. Me dirigí a llenar la blanca, delicada pero fuerte tina que allí se encontraba, solo escuchaba el choque del agua con la misma y los sollozos de la linda chica. No tardó en llenar por lo que rápidamente le arrastré hasta su interior, colorando cada gota con su sangre; para mi suerte, cerca de nuestra posición se encontraba conectada una plancha de vapor. La tomé y dejé caer en la tina, la chica no tardó en comenzar a tener fuertes espasmos que no duraron mucho pero que miré en un estado de total éxtasis. 

Me levanté y observé por última vez la – perfecta – escena que había creado. El baño que alguna vez fue blanco ahora se encontraba bañado en aquel rojo que resaltaba y lo hacía ver cómo algo hermoso. El cuerpo de aquella chica que ahora estaba destrozado y sin vida en aquella tina. 

Caminé por el pasillo que una vez recorrí con tanta ansiedad y rabia pero que ahora recorro con una tranquilidad inexplicable mientras tomo mi cuchillo del suelo y enciendo otro de mis cigarrillos para finalmente salir con una sonrisa en mi rostro. 

((Podría considerarse una segunda parte de Sorpresa.))

miércoles, 19 de marzo de 2014

Belleza Simple

Cuando me detuve a pensar en lo frágil que es la vida y cómo, de un segundo a otro, pasas de tenerlo todo a no tener nada, algo cambió en mi manera de ver algunas cosas. Hasta lo más simple tiene una belleza que no todos se detienen a ver y, más que todo, a apreciar.  

Ver cómo las hojas caen en un vaivén de los árboles hasta chocar con el frío suelo, sentir cómo el viento acaricia mi piel de la manera más suave y hasta el simple hecho de ver cómo la lluvia – tan llena de vida – baña cada flor que esté a su alcance y al terminar el recorrido se funde lentamente en la tierra es algo que me deleita cada vez más, me recuerda que hasta el más mínimo detalle que vemos pero ignoramos puede tornarse en algo con una belleza indescriptible. 

Incluso algunas cosas que suelen considerarse negativas tienen cierta belleza que me embriaga totalmente, cómo la lluvia, mi cosa favorita. Ella, viéndola desde un punto bastante fantasioso, viene cargada con tantas emociones. Verla caer y chocar es cómo presenciar la creación de un mar de melancolía que ha de ser sentido por quién la mire, mientras que sentirla deslizarse por cada centímetro de mi cuerpo es resucitar un puñado de emociones en mis entrañas haciéndome sentir una felicidad que hace bailar a mi corazón, una paz tan grande que me hace creer que nada importa y, sobre todo, una preciosa pero inexplicable libertad.

Tal y cómo ocurre con las cosas que he descrito anteriormente, ocurre con las personas. No hay más que agregarle a esto.

lunes, 17 de marzo de 2014

Angelical máscara

En una manera bastante peculiar me satisface haberme percatado de esa idea, o más bien, ese hecho. Mientras que de otra, me hunde en una melancolía cada vez más fría y solitaria como el invierno mismo. No imaginé que fuese tan difícil vivir siendo un demonio disfrazado de ángel, ¿debería alejarme? ¿O debería hacer lo que he hecho con cada persona que se ha encontrado con esta tóxica alma? Cuando me pregunto nuevamente a qué me refiero con lo anterior no puedo evitar sentir el surgimiento de miles de recuerdos que son como las más fuertes y finas dagas clavándose en mis entrañas, tal y cómo he hecho sentir a cualquier persona que se ha arriesgado a conocerme; fui hecha para consumir y destruir a todo aquel que sea lo suficientemente valiente para quererme – o al menos eso parece –. Es como si cada vez que me alguien demuestra su afecto, yo solo decidiera jugar a los dardos con él para luego encenderle, creando así su infierno en tierra.

Lo más desgarrador del caso es, por un lado, que en cierta forma "disfruto" ver cómo el fuego les consume lentamente hasta que solo queden cenizas. Mientras que por otro lado, la "diversión" acaba en el momento en el que me percato del monstruo que se oculta debajo de esta, si se quiere, angelical piel, y me desmorono. 

Me es imposible dejar de pensar en la posibilidad de lastimar a la única persona que no he lastimado, realmente no quiero hacerlo pero.. Cada vez más impotencia llena mi mente y mi alma; solo espero el momento en el que me desmorone y decida quedarme en cenizas.

domingo, 16 de marzo de 2014

Amor; la manera más difícil

Si tan solo pudieras saber cuántas veces aparece en mi mente el pensamiento de ti y tus pequeños detalles que me hacen quererte cada vez más; la manera en la que tus ojos se ven vacíos, la manera en la que tu piel es fría como la soledad que me abraza en las noches de tu ausencia, la manera en la que en tus brazos se hacen notar las vías de tu sangre, la manera en la que sonríes viéndote tan vivo, la manera en la que haces que mi corazón lata hasta querer escapar de las ataduras de mi cuerpo con solo sentir la pesadez de tu mirada sobre mi, la manera en la que tu voz hace estremecer a mi corazón, la manera en la que sabes cómo hacerme sentir un supernova en mi interior sin siquiera estar cerca, y hasta cómo luces cuando has tenido pocas horas de descanso o ninguna en sí. 

Desearía que pudieras ver que te amo hasta el punto en el que empieza a doler de una forma tan satisfactoria que me hace cada día más adicta a ese "veneno."

Puede que sientas algo así como también puede que no sea ni un cuarto de esto, pero ¿qué más da? Al final siempre tendrás el poder de destrozarme y mi mayor placer tormentoso es que definitivamente voy a dejarte hacerlo.

sábado, 15 de marzo de 2014

Agridulce Infierno

¿Nunca has querido a alguien tanto que a cierto punto comienza a consumirte? ¿Hasta el punto en que cada pequeña parte de ti le ha pertenecer y te hace sentir el más frágil – muerto en vida pero – existente? Ahí es cuando el cariño se torna en obsesión y es arma de doble filo, te destruye pero cómo lo amas. Sentimientos que están a océanos de tiempo de la monotonía; ¡Que cosa tan hermosa! Pero oh, tan doloroso, sentir que te consume cómo el fuego de tu encendedor al cigarrillo que sostienes entre tus labios. 

Cuando finalmente termina de consumirte y solo quedan cenizas, te das cuenta que todo lo que tocas se convierte en añicos; comienza el suicido de tus sentimientos para quedar como lo que siempre has sido, solo un ser muerto en vida. Tan vacío que querer a alguien nuevamente parece algo utópico. ¿Vale realmente la pena arriesgar toda tu cordura por algo incierto? 

Pero, ¿Qué es amar? Existen muchas respuestas para esa simple pero amplia pregunta cuando no es más que darle a una persona el poder para destruirte rogando que éste no lo haga. ¿Algo hermoso? Tal vez, pero vamos, engañarse de tan descarada manera es un suicidio; querer a alguien de tal manera – sea correspondido o no – es una perdición, solo es cuestión de encontrar a la persona por la que darías hasta tu último aliento sin que quedara en vano. 
[Cómo la persona a la que he encontrado.]