Varias horas de camino a su lado solo resultaron en lágrimas al oír sus palabras tras un pequeño silencio entre nosotros, con cada letra que danzaba en su lengua llenaba mis ojos de tristeza, y luego una disculpa vacía como una segunda daga a mi corazón.
[...]
Recorriendo las frías calles de Esbourne en aquel día nublado hasta toparme con aquel parque ambientado a la mejor época de dicha ciudad y la fuente de gran tamaño en medio que todos los habitantes conocen. En menos de un cuarto de hora ya me encontraba aferrada a los brazos de aquel juguete mecánico del que dependía, al terminar los minutos prometidos seguí por un túnel agradable que daba a la salida de este juego rodeada por un mar infinito en el que me sumergí alejandome de ese pequeño puerto de madera. Mar color de té, rodeada de parejas que se besaban apasionadamente.
Fuegos artificiales y personas desconocidas esbozando sonrisas al toparse con los ojos de quien los viese. Esbourne era una ciudad preciosa y en estas fechas de celebración de la misma, era preciosa como admirar un atardecer en compañía de un buen vino y un cigarrillo. Entre la multitud pude divisar una edificación que llamó mi atención con el nombre de la ciudad en grandes letras, con luces y fuegos artificiales que la hacían destacar en aquella noche oscura como el color azabache de mi cabello danzante.
A medida que me acercaba adoptaba más características de ser una iglesia, que luego de recorrer largos pasillos con paredes blancas y escaleras interminables, que al llegar a su punto máximo, tenia una habitación de sanitarios ambientada en tonos rojos y pinturas preciosas de aquella ciudad con ventanas que daban al exterior.
El eco retumbó en el lugar al emitir mis palabras pero sabía que allí había alguien al sentir el aire pesado por su respiración.
Oí una respuesta. Sarlee, -mi amiga de la infancia- se encontraba allí. Sentí un respiro de alivio escapar de mí y la esperé afuera contándole mi experiencia. Nuestras risas llenaron el vacío de la habitación hasta que la mía cesó al sentir las manos de alguien deslizar una prenda hasta mi cuello y apretarla con fuerza alrededor de él.
La adrenalina recorría mis venas y el miedo las quemaba a su paso.
Se alejó al recibir un golpe con un objeto que encontré y al ver su rostro desconocido alejándose volví a las tranquilas calles de Esbourne, encontrándome con el hombre que realmente deseaba volver a ver luego de huir - impulsivamente - de aquella ciudad en la que nací.
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