martes, 19 de abril de 2016

Dos pequeñas palabras

Soñé que te perdía, entre tristeza y oscuridad ya no quedaba más de ti. Por un momento sentí que las estaciones cambiaban bruscamente cada segundo. Y allí permanecí, estática, mientras las lagrimas caían por mis rostro y mis ojos se tornaban del color en que mis mejillas se teñían al mirarte a los ojos cuando seguías a mi lado. Era incluso cómico pensar que nuestro amor había sido tan efímero a pesar de que jurábamos que era eterno. Ya no sé quién hirió a quién con tantas vueltas que he dado a esto. Ya solo quedan cenizas esparcidas por cada pequeño centímetro de lo que una vez fue el escenario de la pasional llama encendida allí. A veces - por no decir siempre - el amor es un laberinto con una infinidad de caminos que en algunos casos te pierdes y que, en tu locura, otros deciden completar, no he de decir más.
Ese laberinto me aprisionó y me mantuvo atada de manos viéndote partir, hasta que su silueta se desvaneció, fundiéndose en aquel horizonte azul. Desde ese día todo se tornó azul en cada uno de sus tonos, me recordaba a mi niñez vagamente. 
Cuando te fuiste me perdí pero al despertar te - ¿me? - encontré. Justo a mi lado estabas tú, tan calmado que me deleitaba verte en ese estado, solía verte cuando tenía pesadillas y lograba conciliar el sueño al acurrucarme en tu cálido pecho.
Y solo pude susurrar dos palabras que jamás había dicho a alguien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario