lunes, 4 de julio de 2016

Combustión

Y una vez más se me dificulta encontrar las palabras correctas, e incluso absorber el oxígeno para articularlas se me ha hecho imposible esta noche, como una de tantas otras, sin más compañía que el sonido del silencio sepulcral y una vez más el llanto del cielo entristecida, con un millón de memorias pasando por la autopista construida en mi mente, y ofreciéndome un sinfín de emociones por sentir pero solo una logra salir de la vitrina solo para adherirse a mí: Tristeza, para justo en ese segundo comenzar a abrirse paso por mis párpados con un tsunami de lágrimas que arrasarían mis mejillas próximamente. Me gustaría que hubiese sido de otra forma. Quizá menos apasionada, quizá más precavida. Pero todo quedará en un quizás a partir de ahora, y nada más. 
Siempre creí que eras esa persona que había estado esperando desde el momento en que nací y que pasaría contigo el resto de mis días pero ahora mis bases que creí firmes rocas se desmoronan tratándose de castillos de arena en la orilla del mar, así era nuestro amor. Peligroso, pero una idea que jamás es abandonada por quien se le cruza. 
Lo que más me duele es que siempre te buscaré; entre la gente y los aromas, entre la música y la literatura, y siempre te encuentro. Incluso te he encontrado impreso en mí misma; en las caricias de alguien más allí estarás. En los lugares que he visitado he plantado un recuerdo de ti que jamás podré olvidar. Y en mi corazón... ¡Oh, mi corazón! Tu huella ha quedado marcada con la dulzura que solo tú posees de manera indeleble. Haciendo crecer rosas blancas, rosas rojas, en las zonas más inhóspitas de mi ser, aunque después de ese verano no hubo más rosas. Habría sido menos difícil comprender si no te hubiese seguido amando tanto, o quizá si te hubiese dicho cuánto te amo no habría necesidad de comprender algo más, que no quiero a alguien más. 
Y existen tantas cosas que yo extrañaré de ti luego del último minuto que pasaremos juntos; tu risa, dulce música para mis oídos; tus labios, pequeños trozos suaves de cielo que jamás volveré a probar con este infierno en los labios; tus manos, la más pura magia al rozar mi piel. Jamás encontraré esa pieza perdida que solo tenía tu silueta delimitándola para resolver el acertijo que siempre he sido yo. Jamás encontraré ese cuerpo que encaje perfectamente en tu lado de la cama, o unos ojos que me miren con la ternura que solo yo despertaba cual amanecer en tus ojos cada mañana. Mi mayor tormento es que siempre te voy a querer.
Una vez leía un escrito de un sujeto que comparaba al amor con una canción, amas cada segundo de la misma hasta que simplemente se vuelve monótona y creí algo acertado pero luego te conocí. Te conocí, e incluso las canciones tontas de amor que siempre había detestado cobraron sentido. Te sostuve, nunca había notado lo vacía que estaba hasta que lo hice. Te besé, la vida me demostró lo bonita que siempre ha sido en solo un segundo. Te aprisioné y con pesadez en el alma, lagrimas en los ojos y en ruinas me despido de ti.

martes, 19 de abril de 2016

Dos pequeñas palabras

Soñé que te perdía, entre tristeza y oscuridad ya no quedaba más de ti. Por un momento sentí que las estaciones cambiaban bruscamente cada segundo. Y allí permanecí, estática, mientras las lagrimas caían por mis rostro y mis ojos se tornaban del color en que mis mejillas se teñían al mirarte a los ojos cuando seguías a mi lado. Era incluso cómico pensar que nuestro amor había sido tan efímero a pesar de que jurábamos que era eterno. Ya no sé quién hirió a quién con tantas vueltas que he dado a esto. Ya solo quedan cenizas esparcidas por cada pequeño centímetro de lo que una vez fue el escenario de la pasional llama encendida allí. A veces - por no decir siempre - el amor es un laberinto con una infinidad de caminos que en algunos casos te pierdes y que, en tu locura, otros deciden completar, no he de decir más.
Ese laberinto me aprisionó y me mantuvo atada de manos viéndote partir, hasta que su silueta se desvaneció, fundiéndose en aquel horizonte azul. Desde ese día todo se tornó azul en cada uno de sus tonos, me recordaba a mi niñez vagamente. 
Cuando te fuiste me perdí pero al despertar te - ¿me? - encontré. Justo a mi lado estabas tú, tan calmado que me deleitaba verte en ese estado, solía verte cuando tenía pesadillas y lograba conciliar el sueño al acurrucarme en tu cálido pecho.
Y solo pude susurrar dos palabras que jamás había dicho a alguien.