jueves, 12 de junio de 2014

Frágil ardor

Todo se desplomó. Era inevitable y eso lo sabía. Como la piel al reciente contacto con el fuego, en carne viva quedó mi alma, y en ruinas quedó mi pecho. Cristales rotos cortaban con facilidad mi interior como si de una frágil e indefensa flor se tratase. Pero era más de lo mismo. Porque.. Al fin y al cabo ya no hay más sentimientos nuevos que pueda desear, ni personas que enredar a mi. Diría que extrañaba la neutralidad que llena mi ser, pero – además de ser una locura – sería sentir. 
«Sentir. Sentir. Sentir. SENTIR.» JODER. Odio ese condenado término. Pero más que todo, odio la sensibilidad que consigo trae, ella me embriaga, seduce y ahoga como si fuese el mar y yo una simple alga en su camino. Ella busca asomarse por mi mirada y desangrarse a través de mis ojos, adornando mi pálida cara con sus cristalino dolor hecho lágrimas posándose en mis mejillas. Pero no. – PURA DEBILIDAD. – Dejaría que se desangrara suave y dulcemente por mis brazos pero..
«Pero. Pero. Pero.» Detesto estar llena de "peros". ¿Podría de una vez por todas aclarar qué siento? La tempestad de sentimientos y pensamientos que me atormentan es lo único que hay en mí. Como te detesto, frágil desastre. Porque no soy más que eso. Un desastre. La luna de un planeta destruido. Y más triste aún.. ¿Cómo podría alguien más tener la culpa? Todo es parte de mi. Y soy yo quién debe ocuparse de ello.
El humo del cigarrillo llena y quema mis pulmones, ¿importa? El sabor dulce del vino quema mis entrañas, ¿importa? El frío quema mi piel, ¿importa?
Pero me gusta la manera en que duele.. La agridulce agonía en la que termino estando.
Y termino odiándola por la manera en que drena todo de mi, dejándome como el más frío muerto viviente o como la más frágil alma. Y en el peor de los casos como el más despreciable ser capaz de cualquier cosa por crear y nutrirse con el océano de tristeza y lágrimas de los demás. Honestamente es algo que amo, ver a alguien derramar sus lágrimas por cualquier cosa me llena de tremenda satisfacción, así de vacía me encuentro y..
«Vacío. Vacío. Vacío.» Lo único que exclama mi mente. Cállate, maldición. Ya dejé de sentirme cómoda en mi propia piel. Quisiera desgarrarme, quemarme y destrozarme como si de papel de seda se tratara, hasta que me sienta cómoda en alguna de mis malditas capas. Odio esta pobre versión de mí, este patético residuo de lo que alguna vez fui y pude llegar a ser. Debería dejar que esta se desvanezca hasta volverse parte de los recuerdos que alguien poseerá pero olvidará en pocos meses, volverme parte de la nada que llena el mundo, del todo que lo completa.